sábado, 19 de diciembre de 2015

EX COLLIGENDVM OLEAS VENIO

El chaval otea con su catalejo desde el tejado.

Así me he sentido yo habitualmente, como alguien que  se limita a mirar en un mundo en el que pocos hacen y muchos hablan. La ilustración, tomada del genial Alex Raymond por mi amigo Charles de Batz, resulta, en cierto modo, descriptiva de mi personalidad..., o más concretamente de mi comportamiento habitual. Se trata de un dibujo sin historia de aquel gran inventor de historias que fue padre de Flash Gordon. Podría haber pasado, la imagen digo, desapercibida en un número cualquiera del Reader's Digest, que para quienes no lo conozcan, viene a ser algo así como la versión cultural de El Mensajero de San Antonio, que para quienes no lo conozcan viene a ser algo así como..., bueno..., el título lo dice todo. Pero estaba en manos de Charles de Batz y gracias a ello tengo un encabezamiento gráfico que me representa, al menos hasta este momento. Que a lo que vamos, no es que no me guste hablar..., que por supuesto que sí..., y no es que no tenga ganas de hacer..., pero eso ya..., como que se me pone un poco más cuesta arriba, por los años supongo, y porque tengo muy observado que a quien se arriesga a hacer, le suelen acabar pasando -servidumbres de nuestra civilización-, una interminable lista de facturas personales, sociales, laborales y de toda índole bastante caras..., sin olvidar a los especialistas en hacer notar que, o no lo hizo bien, o no hizo bastante, o no hizo al gusto de alguien, que al de todos es utopía.

Mirar por el catalejo, dónde va a parar, es bastante menos problemático aunque a la larga el paisaje llega a resultar reiterativo, cargante. Lo de hablar, eligiendo cuidadosamente con quién y de qué, resulta razonablemente seguro. Insuficiente. Insatisfactorio. Seguro. Es lo que tiene renunciar a según qué cosas, que te puede proporcionar una notable sensación de tranquilidad. Que sea sensación o realidad, bueno... El de la conformidad como pasaporte para la seguridad, no es sino un ingenioso sistema de control basado en estimular el instinto de conservación. Mecanismo que a fecha de hoy se sabe manejar con gran pericia en las altas esferas, en las medianas esferas, en esferas en general..., en el amplio abanico que va de la sugestión al terror, si algo se percibe sin necesidad de catalejos es que la coacción es uno de los motores del mundo.

Y el caso es que, de un tiempo a esta parte me está apeteciendo más hablar con claridad, en castellano y en prosa, independientemente de quién escuche, mientras que le voy perdiendo el gusto a lo de limitarme a observar. El día menos pensado me pongo a hacer, que otra cosa no, pero manos dispuestas está claro que faltan a millones..., pero mientras me decido les iré contando cosas, las que se me ocurran, en el orden en el que se me pasen por la cabeza y el día que encuentre tiempo para compartirlas. Para eso comienzo este segundo blog, tan distinto del primero.

Un filósofo chino de la antigüedad que se hizo famoso recopilando pensamientos profundos de esos que salen en los almanaques de sobremesa, dijo que el viaje más largo comienza con un solo paso. Yo, como ni soy chino, ni filósofo y lo más profundo que tengo es el estómago me permito poner en su conocimiento que el chaval del tejado acaba de agenciarse un altavoz, dispuesto a dar la tabarra al vecindario. Ojalá resulte de su agrado y si no, qué puedo decirles..., a mí que me registren..., de coger olivas vengo.